Terminadas las fiestas de la patria, la celebración, el júbilo de la liberación por haber conseguido la autonomía como pueblo, me siento vacía. El vacío podría responder a la ausencia que deja la misma liberación. Peleas tanto, por alcanzar la libertad que cuando la obtienes no sabes qué rumbo seguir o bien no estás preparado para responder o plantear las preguntas, la guía, los pasos que siguen.
A lo largo de las peleas, el pugilismo idealista en busca de alcanzar, la inalcanzable libertad te encuentras cada historia que acompaña tus ideales momentáneamente, y en la prolongación de la lucha parecería que el acompañamiento puede ser para siempre.
Para siempre en las historias de amor y de guerra, se vuelve entonces ese ideal por el combatir y acompaña los senderos de las querellas cotidianas. La historia que ahora termino comienza en septiembre y deberá vivir y permanecer en ese tiempo, encapsulada en el derramamiento de sangre y polvo del olvido. Las historias de guerra y las historias de amor tienen el mismo fin. La soledad y el vacío, que deberá acompañarse y llenarse en otras historias que se viven dentro de un espacio y un tiempo de distanciamiento; de olvidos involuntarios que nacen del abatimiento.
Él acarició su cuerpo cobrizo,
con sus dedos remojados de aceituna,
la untó con crema de albahaca
y llenó sus besos de cilantro
Recitó su nombre
con pasajes mitológicos
y su aliento en manzanilla
la endulzó por la mañana
mas por la tarde
caía un rocío de avellana
y en la sombra de su cuerpo
una daga lo empuñaba
ella remoja sus ojos de hinojo
y salva su corazón del delirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario