lunes, 21 de septiembre de 2009

Septiembre

Terminadas las fiestas de la patria, la celebración, el júbilo de la liberación por haber conseguido la autonomía como pueblo, me siento vacía. El vacío podría responder a la ausencia que deja la misma liberación. Peleas tanto, por alcanzar la libertad que cuando la obtienes no sabes qué rumbo seguir o bien no estás preparado para responder o plantear las preguntas, la guía, los pasos que siguen. A lo largo de las peleas, el pugilismo idealista en busca de alcanzar, la inalcanzable libertad te encuentras cada historia que acompaña tus ideales momentáneamente, y en la prolongación de la lucha parecería que el acompañamiento puede ser para siempre. Para siempre en las historias de amor y de guerra, se vuelve entonces ese ideal por el combatir y acompaña los senderos de las querellas cotidianas. La historia que ahora termino comienza en septiembre y deberá vivir y permanecer en ese tiempo, encapsulada en el derramamiento de sangre y polvo del olvido. Las historias de guerra y las historias de amor tienen el mismo fin. La soledad y el vacío, que deberá acompañarse y llenarse en otras historias que se viven dentro de un espacio y un tiempo de distanciamiento; de olvidos involuntarios que nacen del abatimiento.
Él acarició su cuerpo cobrizo,
con sus dedos remojados de aceituna,
la untó con crema de albahaca
y llenó sus besos de cilantro
Recitó su nombre
con pasajes mitológicos
y su aliento en manzanilla
la endulzó por la mañana
mas por la tarde
caía un rocío de avellana
y en la sombra de su cuerpo
una daga lo empuñaba
ella remoja sus ojos de hinojo
y salva su corazón del delirio.

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