viernes, 12 de septiembre de 2008

¿La independencia?

Hoy acudí a una asamblea cívica en la escuela de mis hijos. El dire, alzó la bandera la ondeaba y movía por entre el aire. La bandera más bonita del mundo en manos de un profe vestido de traje oscuro y camisa azul. Los demás éramos alumnos y padres de familia; atónitos veíamos el hermoso baile que desencadenaba la bandera, canto de sirena, nos sentíamos exaltados de estar ahí presenciando el espectáculo, las nubes explosivas enmarcaban la fiesta y permitían hermosas fotografías dignas de concurso. La bandera se detuvo y dio paso a bailables típicos, desfiles de ¿Adelitas?, un niño disfrazado de ¿vaquero?, Doña Josefa con un postizo "made in china", la multitud de disfraces de Wal Mart desfilando, la bandera se inquieta, se detiene y llora, pocos nos damos cuenta, agacho la mirada, mientras levanto el pantalón de Marcos que cuando se agachó se alcanzó a ver el elástico de las trusas que decía Calvin Klein.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Treinta y tres

Hace años, hace algunos años hice esta sentencia “a los treinta y tres, moriré o seré feliz”.
.
Todavía no logro ninguna de las dos, pero espero cumplir la segunda y que para ese día si el clima me ayuda un poco y cae un chubasco de aquellos, tal vez, seré feliz. ¿Por qué? Me preguntan al lado, les contaré un pedacito de mi descontrolado, incompleto, desubicado y extravagante ser. .
Iba día a día a la primaria cargando mi pesada mochila, tenía que cruzar la colonia Moderna o pedirle raid al ruta Moderna para que nos acercara (a mis hermanos y a mi) a diez cuadras de mi casa. Los traslados eran cansados sobre todo si tomamos en cuenta que salíamos a pleno medio día y con la barriga vacía. Pero había días en que la salida de la primaria se iluminaba y brillaba hasta deslumbrarme, mi cara que arrastraba siete u ocho se llenaba de carcajadas y corría a la reja aventando mi mochila; ahí estaba él; alto, altísimo, cabello oscuro, ojos grandes y brillantes, barba, elegante, sonriente y siempre con los brazos abiertos hacia mí. Me cargaba, se colgaba mi mochila y la de mis hermanos, y nos acompañaba a casa. .
Los durmientes de las vías del tren, tomaban historias que nos contaba en el camino, andábamos entre las vías y recogíamos piedritas que después las convertíamos en juguetes, las salidas de la escuela se volvían una aventura a su lado, yo era su princesa cargada sobre los hombros del rey. Era el orgullo de mi madre, su preferido, espiritual, inteligente, amoroso, filósofo, aviador, contador de historias, confidente, mi madre sólo era feliz a su lado.
.
Nunca supe si mi madre era en realidad adivina o mi tío le avisaba, pero lo esperábamos cuando ella tenía sobresaltos de presentimiento, decía que sentía cuando iba a venir. Horas antes de que llegara le gustaba inquietarnos y nos decía prepárense que viene tu tío Lupe, no pasaba ni media hora cuando su silueta se presentía en la ventana de la puerta. Tocaba de una forma singular y sabíamos que era él; a lo que mi papá afirmaba –eres una bruja- y mi madre sonreía y servía las gorditas de azúcar que le había preparado.
Mi tío tenía una libreta pequeña, que cada vez que llegaba a la casa me leía, en ella escribía todas las palabras que escuchaba y no entendía, después las buscaba en el diccionario y se las aprendía con su significado, un día le dije –estás haciendo un glosario-, -un qué- respondió, mientras anotaba glosario en su libreta. Algunas palabras no me interesaban pero otras sí (me gustaría tener esa libreta), decía mi papá que hasta maldiciones anotaba en esa libreta; lo que pasa es que mi tío era tan inocente que no se sabía muchas maldiciones. .
Le interesaba la religión y de pronto era budista, se rapó el pelo y se exilió, dejó a su familia, decidió abandonar lo terrenal y se desprendió de cuanto poseía; de pronto se dio cuenta que el Dalai Lama, tenía oficina y no prestaba el teléfono, además que le cobraban cuotas y las túnicas eran demasiado transparentes, abandonó el budismo y se convirtió al hinduismo; de ahí, salió muy lastimado. .
Trabajó para el aeropuerto y ganó un viaje en avión ida y vuelta a cualquier parte del mundo; eligió, la India. Tomó sus maletas y dispuesto a conocer el mundo y sensibilizarse se fue, regresó más delgado, llorando, desolado, enfermo, contagiado del desanimo de la India de los años ochentas, regresó y siguió los pasos de su esposa fue Mormón. .
Un día jugábamos en el patio de la casa, y mi madre entró en los brazos de mi papá, y él, sólo nos dijo; -hagan silencio que a su mamá le duele la cabeza-. Nos habíamos acostumbrado a jugar entre los ataques de migraña de mi madre y los sueños de mañana de mi padre. Desde ese día mi tío no volvió. .
Veíamos a mi madre triste y cuando le preguntábamos por mi tío sólo se ponía a llorar, un día seguramente cansado de tanta insistencia, mi padre nos dijo: -su tío ya se murió-, no lo recuerdo bien, pero tal vez así pasó. .
Desde ese día hasta hoy, me resisto a creer que este muerto, nunca lo vi morir, no nos invitaron a enterrarlo, no lo vi en el hospital, no creo que haya muerto, lo veo de pronto en la cara de un indigente, sobre el coche de un señor de barba cerrada, lo escucho en la voz de mis amigos, algunas veces mi corazón habla como él, he seguido sus pasos, he escuchado sus consejos, su ausencia me permitió idealizarlo y su muerte inmortalizarlo, él me aconsejó estudiar filosofía, él me dijo que fuera maestra, él me autorizó casarme, él me permitió amarte tanto.
.
Él murió a los treinta y tres años, así que le prometí alcanzarlo salvo la siguiente excepción o cobardía; sólo que si a esa edad era feliz, me convertiría en mundana por muchos años más.