martes, 29 de abril de 2008

Mi niñez, cirugía de vida:

De niña, me invadieron las sonrisas, el cariño de mi familia y las constantes travesuras con mis hermanos. Mi madre en un afán de retener el tiempo tiene un baúl donde guarda los dientes de leche, la moneda que se trago mi hermano, el gancho que se enterró en la oreja, y un apartado para mis travesuras:

Cuando nací mi mamá lloró de emoción; había anhelado tener una niña que vio cumplido su sueño, bueno eso me cuenta a manera de chantaje para que me maquille más, me deje peinar o deje de agarrar a patadas a mis hermanos. Soy la segunda de cuatro hermanos todos varones (incluyéndome). Mi madre fomentó siempre juegos de niña en mi formación, al darse cuenta que su niña era salvaje y se trepaba al árbol de aguacate del patio, más rápido que sus hermanos. En un arranque por feminizarme le dio por comprarme una colección de muñecas barbie, me obligó a jugar con ellas y de pronto, casi estaba con el psicólogo pues a todas las muñecas les faltaban los pies, al parecer un monstruo se los había arrancado a mordidas. Mi madre espantada fue a dar al médico pidiéndole un diagnóstico para su hija rara, de evidencia llevaba un montón de muñecas sin pies, desnudas y todas despeinadas, (creo que desde ahí me simpatizaron los médicos) la respuesta fue, que sólo era una resistencia a la obligación de jugar con algo que no quería. Todavía tiene mi madre unas cuantas muñecas sin pies que ahora que las veo, si me doy miedo.

Tenía el afán de buscarle a las cosas la explicación de su existencia. Un día desarmé mi bicicleta vagabundo y pesé cada uno de los tornillos pues quería saber el peso de cada parte de mi bici desarmada, claro que se me perdieron un montón de tornillos y jamás la pude volver a armar. Después mi papá me compró los tornillos que me faltaban y antes de armarla la pinte toda de rosa para que mis hermanos no la agarraran y la armé de nuevo. El resultado fue que a mis hermanos no les importaba andar en la bici rosa por toda la colonia y a mi me chocaba ese color; así que jamás me volví a subir en ella.

Una temporada me dio por recortar todo lo que encontraba, y entonces mi casa se llenó de agujeros por todos lados. Dice mi mamá que fue mi época de soledad; ya que me escondía para recortar y podía pasar horas sola recortando medias, calcetines, blusas, cortinas y demás. De esa travesura queda un calcetín de mi hermanito sin la parte de los dedos.

Dentro del baúl de mis cosas de niña, me encontré también un pedacito de papel. Enroscado y envuelto en otro papel se encuentra, un pedazo de envoltura de caramelo. Dice mi mamá que un día me lo metí en la nariz y tuve que ir al hospital a sacármelo. Meses después fue un fríjol, también en la nariz y también se encuentra en el baúl.

En fin, el olor del baúl, las cosas viejas y los dientes de leche me hacen recordar que me encanta mi estado permanente de niñez, la visión del mundo con los ojos de la inocencia puede ser un placebo para los malos momentos. Creo que soy la niña que he detenido en este cuerpo, espero que nunca me deje porque la extrañaré mucho. No te vayas Sulianita.