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Ella soñaba que llegaría vestido en sol, traería con él los resplandecientes rayos para ella, llenaría sus manos de dulzura, sus oídos de poesía. Ella soñaba que lo encontraría despierto, atento y que él la esperaría ansioso.
Ella llegó temprano, más temprano. En el camino recogió sonrisas y las acomodó todas para él. Tomó el sol y lo instaló en su cara. El viento la peinaba; cada espacio maquillaba sus facciones, la luna de la noche anterior le dijo que estaría radiante, que endulzaría su oído y esperó y esperó y esperó.
Después de una hora, la desilusión de su ausencia la llevó a la ira y la rabia, le reclamó por no llegar, habría querido patearlo, gritarle pero un nudo en su garganta le impidió siquiera hablar. –Vete, le dijo y él se encogió de hombros y le contestó –hey se te olvidó cerrar los ojos.
Ella apretaba los ojos como para no despertar jamás, le pidió dejarla dormir era demasiado temprano para despertar. Él le estornudó en la cara, la pellizcó tres veces y la movió de un lado a otro. Ella se resistía al desencanto. Él, “el príncipe azul”, se volvía cada vez más real.
3 comentarios:
Las poetas no tienen príncipes azules, ni verdes ni amarillos. Tienen una incansable tolerancia a la espera porque desean cambiarlo todo y saben que el momento llegará. Las poetas se enamoran del amor y de la vida y sueñan, siempre sueñan sin frstrarse jamás.
Ay, amiga, traes la vena dilatada y la pluma suelta. Felicidades!!!!
frustarse!!!
uy qué chido escuchar a Celedón en su blog!!
:)
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